martes, 12 de octubre de 2010

Soledad

No se porque, pero hoy, me he despertado sin ganas de vivir,  parece ser que Apolo anda bajo de fuerzas últimamente ya que ninguno de sus rayos atraviesa las vidrieras de la biblioteca. Levanto la vista y veo a mi alrededor una pequeña aunque confortable habitación, vacía de objetos aparte de la cama donde me encuentro.
Me dispongo a caminar hacía la mesa de la estancia central, cuando de repente, algo cae entre mis manos. Se trata de una carta, el as de corazones, pero, es distinto, no reluce un rojo pasión, no, este está teñido de negro azabache. Lo tengo entre mis manos mientras voy caminando por el pasillo central, cada pisada retumba como si de un trueno de Zeus se tratase, cada vez me siento más solo y tengo frío. Quiero llegar cuanto antes a la mesa, e intentar recuperarme de este dolor. Al llegar a mi destino, para mi sorpresa, hay dos sillas más, ya hay un total de seis.

La primera  es extraña a más no poder, está pintada de blanco y negro, sus patas no son rectas, sino curvas, recreando así signos de interrogación, para rematar, en el respaldo hay pintadas dos máscaras, aunque muy siniestras, no se a quien corresponderá esta silla, pero me intriga. La otra, en cambio, es totalmente diferente, pintada totalmente de blanco,  y adornada con corazones, muchos, cada uno distinto al anterior pero todos ellos hermosos. Ahora pues, ya está la mesa completa, me siento en mi silla de recia madera, a mi izquierda quedan la "silla electrónica" y la "silla interrogativa". A mi derecha la "silla musical" y la "silla de las artes". Enfrente mio, y cada vez más lejana ami, la "silla del amor". Me dispongo a mirar la carta que tenía entre mis manos, pero, se ha derretido, dejando en las palmas de mis manos dos siluetas de un corazón, los dos vacíos, solitarios, esperando el amos, en uno de ellos hay la palabra "Físico", en la otra "Platónico", marcado me encuentro, ¿cual de ellos debería elegir? esa es la cuestión que ahora me hago.

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